EL DIA QUE CASI TE MATO

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La tristeza. El viento. La saliva que sube y baja por la garganta . La saliva que sube y los ojos la escupen. Dos perros muertos uno a cada costado de la ruta. Tiezos. Libres de morir por estar muertos. Libres entonces de todo. Su cuerpo al costado de mi cuerpo. Su mano dentro de mi mano. La mañana podrida entre una y tantas mañanas podridas. La noche que tarda más que nunca en llegar. Su cuerpo frente a mi cuerpo. Una mesa que divide su cerveza de la mia. Afuera el sol que revienta de otoño mi proximidad con la muerte. Ella que mira. Ella que hunde su lengua en las palabras y en el alcohol de la siesta. Ella que muerde mi mano con los dedos de sus manos. Y mientras me dejo sangrar con mi mano libre tomo el vaso de cerveza. Y de un solo trago me trago mi tristeza y la escupo contra sus ojos celestes. Ella que me ama. Ella que aguanta mi estupidez y mi desdicha. Ella que siempre se quedará. Hasta que mi dolor sea tan insoportable que le duelan sus polleras y sus discos. Sus amigas y sus sábanas. Y cuando eso suceda. Entonces seguro se retira. Me deja su espalda como triste recuerdo y se larga. Me deja girando en la esquina. Esperando que su silueta se dibuje entre las sombras de una habitación ocupada por algún otro. Y cuando eso pase. Cuando ella se retire y me deje como un perro muerto al costado de la ruta. Cuando eso pase. Yo dejaré de intentar subirme a mi descapotable. Yo voy a dejar de intentar levantarme de la silla. Y ya no buscaré el sonido perfecto de los hielos al sumergirse en mi vaso. Y ya no me dejaré llevar por el humo de las noches de invierno. Y probablemente muera. Me desangre sin mostrar una sola gota. Sin llorar. Sin que nadie se de cuenta. Y me deje caer. Solo. Como una bolsita de cocaína en el inodoro del olvido. Como los piojos en la cabeza del anticristo. Y por supuesto. Sigo yo. Una rata que no acepta su destino y se hunde en lástimas y poesía barata. Que escribe con el culo historias de mierda para que los demás se sienten sobre ellas. Que se hunde en el final de los vasos de whisky nacional y pendenciero. Pero hoy nada de eso sucede. Ella está. Su cuerpo respira desde el otro lado de sus párpados y se abraza a mi cuerpo. Ella aun me necesita. Y están los amigos. Algunos quedan. Con sus tristezas etílicas y su dinero de noche y sus discos y sus libros y sus vasos para olvidar mujeres. Y están las calles. Que por suerte siguen indiferentes a mis súplicas y mis parloteos de colegiala en menstruación. Y está el oscuro café que destroza el frío y la tristeza. Y aunque el dolor esté a punto de comerse nuestros ojos.
Estamos nosotros.
Los que usamos los días para para esperar la noche.
Los que usamos el amor para reirnos de la muerte.
Los que seguimos juntos.
Nosotros.
Los amigos.
Los que estamos listos.
Los que seguimos combatiendo.

2 Humanos Comentarizaron:

Fragaria Vesca dijo...

triste, cruel y bello. como la vida. como el amor. como el hartazgo. como los que seguimos apostando a las palabras.

Anónimo dijo...

eso hacemos fregaria. eso intentamos. ganaremos?