SOLDADO ANÓNIMO

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Son pocos los intentos nacionales por retratar el aire que se respira durante una guerra. Quizá, es mi lucidez la que me dicta en esta triste espera de la fama, porque aquí no hemos vivido más que una guerra y ya estamos todos lo suficientemente hartos de escuchar las mismas historias. Soldados que regresan y no soportan los recuerdos y deciden quitarse la vida. Galpones repletos de gorritas y botas y camperas y chocolates. Señoras de adineradas carteras que donaron sus joyas para que “los chicos” no pasen hambre, ni frío, ni dolor, ni un carajo. El último de estos intentos llevó por nombre Iluminados por el fuego, película poco feliz, protagonizada por un Gastón Pauls menos creíble aun que cuando se rodea de indigentes y se hace el Fabián Polosecki. Pero no es esta película la que hoy me lleva a escribir estas prescindibles líneas sino otra. El último intento cinematográfico de Sam Mendes, a quien muchos recordaremos por la escena de los pétalos de rosas rojas cayendo sobre el desnudito cuerpo de aquella rubia virgen pero gatosa en uno de los tantos retratos que se han hecho sobre el sueño americano. Bien, este muchacho, Sam; cansado tal vez que sus amigos le digan cosas como, te follaste a la rubia? Qué grosso que eres Mendes. Se puso a filmar una de soldados. A ver si ahora me siguen rompiendo las pelotas con la rubia. Hijos de puta. Y así llega a la pantalla grande Jarhead o como fue traducido aquí su título, Soldado Anónimo. Seamos claros, la película se torna interesante por el simple hecho que no recurre a los tópicos que se esperan en un film supuestamente bélico. El director apunta su cámara, apunta, apunta, no se si, y centra sus esfuerzos narrativos en el desarrollo que hace Jake Gyllenhaal de su personaje Swofford, un joven de aproximadamente 20 años que decide enlistarse en la milicia estadounidense para convertirse en francotirador. A partir de ese momento comenzará un extraño trabajo del director por intentar ingresar en la mente y el corazón de un individuo que no posee demasiadas cualidades para sobresalir en la vida y por decantación resuelve entregarse al ejército. Quizá el paralelismo más cercano en nuestro país sea el nutrido grupo de corruptos y asesinos a sueldo que se hacen llamar policías, pero eso es harina de otro costal, caramelos de otro frasco, azules de otro blog. Retomando la película, pasan los meses de entrenamiento y por fin este soldado, junto a sus compañeros, tiene la oportunidad de convertirse en hombrecito matando por primera vez a otro individuo que busca lo mismo que el, o sea matar a un yanqui para convertirse en hombrecito, y así, con estos nobles propósitos, estos muchachos parten hacia la guerra del Golfo. Durante el tiempo restante y hasta que la película funda a negro y los títulos comiencen a rolar, seremos testigos de la vida privada de un grupúsculo de hombres solitarios que aprenden a vivir con la muerte en los bolsillos del pantalón. Matar al enemigo, terminarlo, destrozarlo, romperlo, esa es la única razón de su entrenamiento y esa es la satisfacción que Mendes jamás le dará a su personaje principal. Frustraciones, deseos perdidos en la eterna arena del desierto. Postales del dolor. Sombras sobre las dunas que se recortan iluminadas por el fuego de los pozos de petróleo incendiados. Sombras que acarician la fotografía de una mujer que cuando regresen ya no estará. Un mundo árido y extraño. Una pelea que nadie entiende. Y soledad y aburrimiento. Y otra vez soledad y aburrimiento. Jarhead es una película distinta. Un intento por mostrar el otro extremo de las armas. El extremo llamado ser humano. Una fotografía que logra momentos maravillosos y un guión que de a ratos se hunde en la lentitud del desierto. Eso es Soldado Anónimo. Desde Subsidio te decimos: es una película interesante pero muy poco entretenida. Habrá que Mirar y después Contar. Para ustedes. Gente de pupila exigente.

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