EL PULSO DEL TABACO

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Mi imaginación está un poco entumecida, creo que necesito unos cuantos litros de callejones oscuros y vinos del hastío y la melancolía. Quizá sea que me estoy riendo mucho. En fin. Debido a esta aletargamiento, hago una trabajo de recuperación y les traigo un texto escrito hace ya mucho tiempo. Lo leen y luego proceden a destrozarlo.

el pulso del tabaco lo lleva aquél individuo que más cigarros enciende durante una reunión de fumadores. si el individuo sentado a la derecha de su próximo individuo enciende un cigarrillo. al instante los demás fumadores harán lo propio sin importar cuánto tiempo hace que encendieron su último cigarrillo. probablemente se escucharán comentarios similares a “estamos fumando como murciélagos” y lúcidas construcciones de características notoriamente parecidas. así transcurrirá el resto de la velada mientras por los pasillos de la casa se podrá ver al dueño o dueña del lugar corriendo hacia la cocina para vaciar los ceniceros repletos de colillas muertas que pululan por la humilde morada o sitio de reunión para luego volver raudamente a sentarse y así continuar el centígrado ritual de encender cigarrillos. uno tras otro. de esta manera la casa se convertirá en un misterioso lugar que poco a poco quedará sumida en una espesa niebla cancerígena pero por supuesto. sumamente literaria. en esta suerte de cortina de humo muy probablemente los encendedores se perderán y quizá hasta se confundan con otros objetos inútiles como llaveros y billeteras y esto provoque que algún que otro distraído encienda en hipnóticas llamaradas las cortinas y los vasos por puro descuido y el vodka se ilumine como una tea alcohólica y divertida y como en un inquietante sueño la casa quede sumida en lenguas de fuego y esto provoque que algunos tal vez griten. pero no de miedo. sino simplemente para hacerse oír entre el crepitar salvaje de las llamas y los inverosímiles agudos que las trompetas ávidas de viento escupirán segundos antes que el fuego trasmute los vinilos en deformes masas de plástico negro. y griten entonces estos hombres y estas mujeres frases chamuscadas y efímeras. griten los bárbaros “estamos fumando como murciélagos” o “quisiera un poco más de hielo para mi vodka por favor” y mientras tanto. desde afuera. desde el exterior. desde la lejana vereda de enfrente. la casa sea una antorcha terrible amaneciendo las esquinas de su barrio mientras los vecinos. agazapados detrás de los nichos de gas. cubiertos con insólitas batas de colores y ostentando imbéciles camisones comenten lo peligroso pero divertido que puede ser el hábito del tabaco.

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