Una de las historietas que me acompañaron durante mi niñez fue Mafalda. Mi viejo salía a jugar al poker con sus amigos y mi vieja y yo nos quedabamos en casa comiendo helado y mirando películas y series viejas en la TV. Antes de salir mi viejo pasaba por mi habitación y me preguntaba si quería alguna sorpresa para cuando él volviera, y yo por supuesto decía siempre que si. Al otro día, al amanecer, al despertarme siempre había una revsta sobre mi mesa de luz, fue la genial Mafalda (wiki) de Quino, Astérix y Obélix, Nippur de Lagash, El Tony, y muchas otras que se acumulaban en mi incipiente biblioteca. Luego, de adolescente, los viajes, la noche y las mujeres hicieron que me desprendiera por unas cochinas monedas de mis entrañables historietas. Todo fuera por una ginebra más.
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