DE LA INEVITABLE MUERTE AL PLACER DE UN ASADO

|





Se ha dicho que el tiempo es el responsable de la mayoría de los males que aquejan al mundo. Las personas mueren por que recorren determinado espacio en determinado tiempo y eso provoca el deterioro de su cuerpo y su posterior e inevitable muerte. Las parejas se destrozan y el amor sucumbe por que el atroz tiempo insiste en repetir los dibujos, las texturas y las formas. A eso los cobardes le llaman rutina. El tiempo provoca que las mareas se subleven ante el avance imbécil de nosotros los hombres y entonces tsunami y marejadas y el mar hecho una furia contra la tierra. Y los muertos. Por todas partes. En cada esquina y en cada sueño (el sueño no como anhelo sino como actividad mental provocada por el cerebro mientras descansamos). Decía que por todas partes están los que murieron. Crecemos entendiendo que la muerte es algo inevitable y que debe ser inevitable su miedo y que debe ser inevitable pedir perdón por que es inevitable que hayamos hecho alguna cosa mal. Y así estamos. Preguntándonos si hacemos las cosas bien. Preguntándonos porqué hacemos lo que hacemos y porqué dejamos de hacer lo que dejamos de hacer. Si estamos aprovechando nuestro escaso tiempo. Programando actividades en nuestra agenda con ese poder sobrenatural que nos da el café bien cargado para creer que vamos a estar vivos dentro de dos minutos. Y así estamos. Saltando estribos de colectivos empañados. Oliendo basura. Pateando latitas. Esperando ansiosos la llegada del frío que todo lo detiene. El frío del otoño y el frío del invierno utilizados como agentes criogénicos que interrumpen las agujas del reloj y dejan para después los conflictos. Las dudas. Los dolores. Las arrugas. Y así estoy. Lejos de todos y hasta lejos de mí. Pero sin embargo hay algo. Una sensación que me dice algo así como: tranquilo, dejá que todo te chupe un huevo. Y yo le hago caso a esa sensación, y le doy play a la música y me cuelgo una vez más el bolso y salgo a recorrer este desierto. Lo bueno es que a pesar de la costumbre y los fantasmas uno nunca pierde la agradable sorpresa del susto. La vital sonrisa del argentino que sabe que este domingo mientras se pueda comer un asado, Todo lo demás importa un carajo.
Por suerte esta semana le toca a Venter hacer el fuego.

0 Humanos Comentarizaron: